dimanche 29 mars 2009

Votre thème du week-end, Eugène delacroix

Les critiques qui s’impriment de temps immémorial sur les beaux-arts ont toujours présenté des inconvénients presque inévitables : d’abord elles font bâiller les gens du monde, pour qui ces sortes d’ouvrages sont toujours obscurs, embrouillés de termes dont on connaît mal le sens, fatigants, en un mot, parce qu’ils ne laissent rien que de vague dans l’esprit. Ensuite les artistes en ont la haine, parce que, loin de contribuer à l’avancement de l’art, ces discussions embrouillent les questions les plus simples et faussent toutes les idées. D’ailleurs, les gens du métier contestent aux faiseurs de théories le droit de s’escrimer ainsi sur leur terrain et à leurs dépens. Ils prétendent que rien n’est plus facile que d’aligner des mots à propos de choses, de refaire, dans un texte long ou court, ce qui a été dûment imaginé, pesé, et, par-dessus tout,
exécuté et mené à fin. Le pauvre artiste, exposé tout nu avec son ouvrage, attend donc avec une vive anxiété les arrêts de ce peuple qui a la fureur de juger. Une fois descendu dans cette arène, toutes ses fautes reviennent l’accabler par avance, et il voit s’aiguiser contre lui cette arme terrible contre laquelle il n’a rien qui le protège, cette plume dont le fiel le brûle jusqu’aux os ; tout cela sans qu’il ait la triste consolation de monter en chaire à son tour et de poursuivre le critique à sa manière.

Eugène Delacroix, Études esthétiques (1829-1863)

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Brigitte nous propose sa traduction :

Las obras críticas impresas desde hace tiempo remoto acerca de las bellas artes, siempre han presentado inconvenientes casi inevitables :
Por una parte, suelen hacer bostezar a la gente, para quien dicho género de escritos están complicados, oscurecidos por términos cuyo significado se conoce mal, fatigosos, en pocas palabras, porque no dejan en la mente sino cosas vagas.
Por otra parte, los artistas las aborrecen porque, lejos de favorecer el ascenso del arte, tales discusiones enredan las cosas más sencillas y alteran todas las ideas.
Además, la gente del oficio opone a los fabricantes/ hechores de teorías el derecho de empeñarse de tal manera en su propio terreno y a sus expensas.
Pretende que no hay nada tan fácil como poner en línea /alinear unas palabras a propósito de algo, volver a hacer, en un texto largo o corto, lo que fue oportunamente imaginado, examinado y, sobre todo, ejecutado y llevado a cabo.
Así pués el pobre artista expuesto completamente solo con su obra, se queda esperando con una ansiedad extrema las sentencias de este pueblo que tiene el furor de juzgar.
Una vez bajado al ruedo, todas sus culpas vienen a acosarle con anticipación, y ve cómo se afila contra él este arma terrible contra la cual no tiene ningún ámparo, esta pluma cuyo hiel le quema hasta los huesos ; y todo esto sin que él tenga el poco consuelo de subir al púlpito a su vez para proseguir la crítica a su manera.

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Odile nous propose sa traduction :

Las criticas impresas desde tiempos inmemoriales acerca de las bellas artes siempre han presentado inconvenientes casi inevitables.
Por una parte, aborrecen a la gente para quien este tipo de obras siempre son abstrusas, oscurecidas por términos cuyo sentido no se percibe muy bien, fastidiosas, para decirlo con pocas palabras, porque no dejan en la mente sino cosas imprecisas. Por otra parte, los artistas las odian porque, muy lejos de contribuir al avance del arte, tales discusiones enredan las cuestiones más sencillas y falsean todas las ideas. Por lo demás, la gente del oficio niegan a los elucubradores de teorías el derecho a empecinarse así en su terreno y a expensas suyas. Pretende que no hay nada tan fácil como juntar unas palabras con otras a propósito de cosas, hacer de nuevo, en un texto largo o corto, lo que fue imaginado con pertinencia, pensado, y sobretodo llevado a cabo.
El pobre artista, expuesto solo/sólo con su obra, espera pués con una ansiedad extrema las sentencias de toda esta gente que tiene el furor/la manía de juzgar.
En cuanto sale a la palestra, todos sus errores vienen a agobiarlo de antemano y ve como se aguza contra él este arma terrible contra la cual nada lo ampara, esta pluma cuyo hiel lo quema hasta la médula; todo ello sin que tenga a su vez el triste consuelo de subir al púlpito y de perseguir al crítico a su manera.

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