dimanche 20 mai 2012

Version à rendre pour le 27 mai

EN EL DESPACHO DEL GOBERNADOR

El GOBERNADOR, vestido a la usanza de los conquis­tadores, conquistador él mismo, pelo y barbas en tur­bión de azafranados hilos, celestes los ojos, blanca la tez, duro el porte hidalgo, ocupa el sillón frente a la mesa, bajo la estrella del ventanuco que recoge la claridad de la alta noche, muy junto al velón, cuya luz de oro viejo le baña el rostro, y no lejos de PEDRALES, su letrado y hombre de confianza a quien dicta una carta. PEDRA­LES ocupa la otra silla del despacho y viste de letrado.
GOBERNADOR (dictando).-... Os escribo reducido a la impotencia de tener que defender con la pluma mojada en tinta de desengaños, tierras y bienes que conquisté con la espada... (Violento.) ¡No pongáis nada de eso.., o ponedlo...! Os escribo... (Indeciso.) O mejor comenzar como habíamos pensado: Ilustre señor, con ésta son dos cartas... (Vuelve a interrumpirse.) ¡Maldita sea...! ¡Guerrear..., guerrear sabía yo...! (No dice más
porque con su exclamación están a, punto de quedar en la oscuridad.)
PEDRALES. -¡Acabaréis, señor, por mellar la llama del velón! (Y esto diciendo se hace pantalla con las ma­nos para evitar que se apague.) ¡Quieta...! ¡Quieta..., lengua de oro! (Habla a la llama.) ¡Pacífica, doméstica, eclesiástica..., mal os avenís al proceloso respirar de los hombres de guerra...! (Estabilizado el velón, retoma el hilo de la carta, la pluma de ave en la mano, presto a escribir.) ... Con ésta son dos cartas... (El GOBERNA­DOR levanta un legajo de la mesa, lo abre y lee sólo para él. Un momento después.) ¿Consultáis el Memorial del Ayuntamiento a Su Majestad? Parad mientes que en ese papel se dice a fojas siete que no se han pregonado ni puesto en vigor las leyes que mandan poner en li­bertad a los indios esclavos...
El GOBERNADOR se queda absorto en su lectura. PE­DRALES calla.

Miguel Ángel Asturias, La audiencia de los confines

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